sábado, 2 de noviembre de 2013

Que es la globlizacion

¿¿¿Qué es la globalización???


La globalización es hoy uno de los temas más delicados. Aparece en todos los debates públicos, sean breves comentarios en la televisión y consignas en carteles, sitios en la red y periódicos versados, debates parlamentarios, directorios de empresas o asambleas de trabajadores. Sus adversarios más encendidos le imputan el empobrecimiento de los pobres del mundo, el enriquecimiento de los ricos y la devastación del medio ambiente, mientras que sus partidarios más fervorosos la consideran un elevador de alta velocidad que lleva a la paz y la prosperidad universales. ¿Dónde está la verdad?
Curiosamente, tratándose de un término de uso tan extendido, no existe, al parecer, una definición precisa y ampliamente aceptada. De hecho, la variedad de significados que se le atribuye pareciera ir en aumento en lugar de reducirse con el paso del tiempo, y adquiere connotaciones culturales, políticas y de otra índole, además de la económica. Sin embargo, el concepto más común o básico de globalización económica –aspecto en el cual se concentra esta reseña– seguramente es el hecho de que en los últimos años ha aumentado vertiginosamente la parte de las relaciones económicas entre personas de distintos países. Este incremento de las actividades económicas transfronterizas asume distintas formas:
Comercio internacional: Se consagra a las importaciones de otros países una proporción creciente del gasto en bienes y servicios, y una proporción creciente de la producción de los países se vende al extranjero en calidad de exportación. Entre los países ricos o desarrollados, la proporción del comercio internacional en el producto total (exportaciones más importaciones en relación con el PIB) aumentó de 27% en 1987, a 39% en 1997. En los países en desarrollo subió del 10% al 17%. (El origen de muchos de estos datos es el trabajo del Banco Mundial titulado World Development Indicators 2000 (Indicadores del desarrollo mundial).
Inversión extranjera directa (IED). Las empresas constituidas en un país invierten cada vez más en el establecimiento y funcionamiento en otros países. En 1998, firmas estadounidenses invirtieron en el exterior US$133.000 millones y empresas extranjeras invirtieron US$193.000 millones en los Estados Unidos. En todo el mundo las corrientes de IED se triplicaron con creces entre 1988 y 1998, pasando de US$192.000 millones a US$610.000 millones, y en relación con el PIB, la proporción de la IED generalmente va en aumento, tanto en los países desarrollados como en desarrollo. Estos últimos recibieron, como promedio, alrededor de una cuarta parte de las corrientes de IED movilizadas en todo el mundo entre 1988 y 1998, aunque la proporción varió bastante de un año a otro. Hoy día, esta es la forma más cuantiosa de transferencias de capitales privados hacia los países en desarrollo.
Corrientes de los mercados de capital. En muchos países (especialmente en el mundo industrializado) los ahorristas diversifican cada vez más sus carteras para incluir activos financieros extranjeros (bonos, capitales y préstamos en el exterior) y los prestatarios, también en grado creciente, recurren a fuentes de fondos externas, además de las internas. Si bien la afluencia de capitales de esta clase hacia los países en desarrollo también aumentó considerablemente durante los años noventa, ha sido mucho más inestable que las corrientes comerciales o de IED; asimismo, se ha limitado a un grupo reducido de países que constituyen "mercados emergentes".
Observaciones generales acerca de la globalización. En primer lugar, es crucial que en un análisis de la globalización se distinga entre las distintas formas que ésta asume. El comercio internacional, la inversión extranjera directa y las corrientes del mercado de capitales plantean cuestiones distintas y tienen consecuencias diferentes: posibles beneficios por un lado, y costos y riesgos por otro, que requieren evaluaciones y respuestas normativas diferentes. En general, el Banco Mundial se inclina a favor de una mayor apertura para el comercio y la IED porque las evidencias sugieren que los beneficios en materia de desarrollo económico y reducción de la pobreza tienden a ser relativamente mayores que los riesgos o costos posibles (aunque también se preste atención a políticas concretas para atenuar o aliviar esos costos y riesgos).
El Banco es más cauteloso respecto de la liberalización de otras corrientes financieras o de los mercados de capital, cuya extrema inestabilidad muchas veces puede fomentar ciclos de auge y quiebra y crisis financieras con enormes costos económicos, como la que sacudió a los mercados emergentes de Asia oriental y de otras partes del mundo entre 1997 y 1998. En este aspecto, debe hacerse hincapié en la configuración de instituciones y políticas internas que reduzcan los riesgos de la crisis financiera antes de emprender una apertura ordenada y cuidadosamente escalonada de la cuenta de capital.
En segundo lugar, la medida de participación de los distintos países en la globalización también dista de ser uniforme. Para muchos de los países menos desarrollados más pobres, el problema no consiste en que la globalización los empobrezca sino que se encuentran en peligro de quedar casi totalmente excluidos de ella. En 1997, la participación de esos países en el comercio mundial era de apenas el 0,4%, proporción minúscula y equivalente a la mitad de lo que había sido en 1980. Su acceso a las inversiones extranjeras privadas sigue siendo insignificante. Lejos de condenar a esos países a que sigan sumidos en el aislamiento y la pobreza, es urgente que la comunidad internacional les ayude a incorporarse en mayor grado a la economía mundial, brindándoles asistencia para ayudarlos a formar las instituciones y las políticas de respaldo necesarias y a continuar mejorando su acceso a los mercados mundiales.
En tercer término, es importante que se comprenda que la globalización económica no es una tendencia totalmente nueva. De hecho, y en un plano básico, ha sido un aspecto presente en la historia de la humanidad desde las épocas más remotas, a medida que las comunidades ampliamente esparcidas por el mundo fueron estableciendo relaciones económicas cada vez más amplias y complejas. En la era moderna, la globalización tuvo un florecimiento temprano hacia fines del siglo XIX, que abarcó a los países que hoy día son ricos o desarrollados, para muchos de los cuales las corrientes de comercio y capitales en relación con el PIB llegaron a ser similares o superiores a las que registran en la actualidad. Ese apogeo de la globalización declinó en la primera mitad del siglo XX, época que se caracterizó por el aumento del proteccionismo dentro de un marco de contiendas nacionales y entre las grandes potencias, guerras mundiales, revoluciones, auge de las ideologías autoritarias y vasta inestabilidad económica y política.
En los últimos 50 años reapareció la tendencia hacia una mayor globalización. Las relaciones internacionales han sido más tranquilas (por lo menos en comparación con la primera mitad del siglo), respaldadas por la creación y la consolidación del sistema de las Naciones Unidas como medio para la solución pacífica de las diferencias políticas entre los Estados, y de instituciones como el GATT (hoy día la OMC), que ofrecen una estructura normativa para que los países administren sus políticas comerciales. El fin del colonialismo incorporó numerosos actores nuevos e independientes a la escena mundial, limpiando al mismo tiempo una mácula vergonzosa asociada al anterior proceso de globalización del siglo XIX. En la Ronda Uruguay del GATT de 1994 los países en desarrollo participaron por primera vez en una gran variedad de aspectos del comercio internacional multilateral.
El ritmo de la integración económica internacional aumentó en los años ochenta y noventa, a medida que en todas partes los gobiernos fueron reduciendo las barreras de política que obstaculizaban el comercio y las inversiones internacionales. La apertura hacia el mundo exterior ha formado parte de un vuelco más amplio hacia una mayor dependencia de los mercados y de la empresa privada, especialmente a medida que muchos países en desarrollo y comunistas fueron comprobando que un alto grado de planificación e intervención del gobierno no rendía los resultados deseados en materia de desarrollo.
Las vastas reformas económicas emprendidas por China a fines de los años setenta, la disolución pacífica del comunismo del bloque soviético a fines de la década de 1980 y el arraigo y crecimiento constante de las reformas con base en el mercado que tuvo lugar en la India democrática en los años noventa, figuran entre los ejemplos más notorios de esta tendencia. El progreso tecnológico, con su consiguiente reducción del costo del transporte y las comunicaciones entre los países, también ha brindado impulso a la globalización. La caída radical del costo de las telecomunicaciones y del procesamiento, acopio y transmisión de la información, facilita enormemente la detección y el aprovechamiento de oportunidades comerciales alrededor del mundo, la coordinación de las operaciones en sitios distantes o las transacciones por línea que comprenden servicios que antes no podían comercializase a escala internacional.
Finalmente, y en estas circunstancias, quizá no sea sorprendente que a veces se use el término "globalización" en un sentido económico mucho más amplio, como otro nombre del capitalismo o de la economía de mercado, pero esto no es de mucha ayuda. Globalización junto con algunas de sus características fundamentales, como la producción en manos de empresas privadas con fines de lucro, redistribución frecuente de los recursos de acuerdo con los cambios de la oferta y la demanda y cambios tecnológicos rápidos e imprevisibles. Es importante, por cierto, el análisis de los aspectos positivos y las deficiencias de la economía de mercado como tal, así como una mejor comprensión de las instituciones y políticas necesarias para que su funcionamiento sea mejor. Además, las sociedades deben ponderar cuidadosamente la mejor forma de tratar las consecuencias del rápido cambio tecnológico, pero poco se gana confundiendo estos aspectos distintos (aunque relacionados) con la globalización económica en su sentido básico, que es la ampliación de las relaciones económicas a través de las fronteras.
Conclusión. La apertura y la sinceridad constituyen la mejor forma de considerar los cambios que determina la integración internacional de los mercados de bienes, servicios y capital. Como se indica en esta reseña informativa, la globalización ofrece oportunidades pero también entraña riesgos. Las autoridades internacionales, nacionales y locales, al mismo tiempo que aprovechan las oportunidades de aumentar el crecimiento económico y mejorar las condiciones de vida que brinda una mayor apertura, también se ven ante la exigencia de reducir los riesgos para los pobres, los vulnerables y los marginados y de incrementar la equidad y la inclusión.
Si bien a escala mundial la pobreza disminuye, puede haber aumentos regionales o sectoriales que exigen la atención de la sociedad. Durante el siglo pasado, las fuerzas de la globalización, entre otras, coadyuvaron a un mejoramiento impresionante del bienestar social, que incluyó el rescate de millones de personas de la opresión de la pobreza. Con vistas al futuro, esas fuerzas pueden seguir rindiendo grandes beneficios para los pobres, pero la magnitud de esos beneficios también dependerá decisivamente de factores como la calidad de las políticas macroeconómicas globales, el funcionamiento de las instituciones, tanto formales como informales, la estructura de activos existente y la disponibilidad de recursos, entre muchas otras. Para llegar a la definición de métodos justos y viables de atención a estas necesidades humanas por demás reales, los gobiernos deben escuchar las voces de todos sus ciudadanos.

¿Quienes son los "globalizadores" ?
Primero, hemos de aclarar que este fenómeno no es nuevo en la historia, se han producido hechos, como el descubrimiento de América, el comercio a lo largo del Mediterráneo, el tráfico de esclavos africanos o los viajes a Oriente, que ya anunciaban el advenimiento de este proceso imparable para la Humanidad. En la actualidad, la gran potencia mundial EE.UU es el líder de este proceso, con su apoyo de organizaciones como el (FMI), el Banco Mundial (BM) y la Organización Mundial del Comercio (OMC), pretende acelerar este proceso.
Globalización Alternativa.

Es muy difícil definir, quienes forman parte de este movimiento. Se trata de un grupo muy heterogéneo, a nivel individual puede abarcar desde una ama de casa, pasando por universitarios, profesores y profesionales de todo nivel, catedráticos como Noam Chomsky o Carlos Taibo e incluso premios Nobel cuya cabeza mas destacada es José Saramago.

Berlusconi, el presidente italiano, los califico de comunistas, sin duda, creemos que se equivoco. No negamos que comunistas formen parte del movimiento, pero es uan reducción bastante simple y requeriría un análisis en profundidad. Apuntaremos, una serie de colectivos que podrían participar en el movimiento por una globalización alternativa: sindicalistas, ONGs, ecologistas, proteccionistas, anarquistas, cristianos de base, etc.

La Nueva Economía de George W. Bush.
El proyecto globalizador corporativo expresaba los intereses comunes de las élites capitalistas mundiales, pero no eliminó la competición entre las distintas élites nacionales. Como ha señalado Robert Brenner, a mediados de los 90 la administración Clinton fomentó la política de un dólar fuerte para estimular la recuperación de las economías alemana y japonesa, para que así a su vez pudieran servir de mercado para los bienes y servicios estadounidenses. Por el contrario la anterior administración, la de Reagan, más nacionalista, había empleado una política de dólar débil para aumentar la competitividad de la economía estadounidense a costa de alemanes y japoneses [2]. Con la administración de George W.

Bush volvemos al dólar débil y otras políticas económicas dirigidas a reanimar la economía estadounidense a costa de otras economías importantes. Merecen destacarse varias características de este enfoque:
La economía política de Bush desconfía de un proceso de globalización no manejado por el estado norteamericano.
La administración Bush desconfía de un sistema de gestión multilateral de la economía global. Su creciente ambivalencia hacia la OMC resulta del hecho que los EE.UU. han perdido varios casos allí.
Para la gente de Bush el poder estratégico es la fuente última de poder. El poder económico es sólo una forma de conseguir poder estratégico. Por ejemplo, el enfoque globalizador hacia China pone el énfasis en una relación con China como área de inversión y mercado para el capital estadounidense. Sin embargo, los nacionalistas ven China 
básicamente como un enemigo estratégico a contener.
Si se consideran éstas las premisas para la acción, entonces cobran sentido los siguientes elementos destacados de la reciente política económica estadounidense:
Conseguir el control sobre el petróleo de Oriente Medio. Esto claramente estaba dirigido en parte a Europa, pero quizá el mayor objetivo estratégico era controlar el acceso a los recursos de la región para la China necesitada de energía Incorporar consideraciones estratégicas a los acuerdos comerciales. En un reciente discurso, el agregado comercial estadounidense Robert Zoellick afirmó explícitamente que "los países que pretendan obtener acuerdos de libre comercio con Estados Unidos deben cumplir ciertas normas además de las comerciales y económicas para ser considerados. Como mínimo estos países deberán cooperar con los EE.UU. en sus objetivos de política exterior y seguridad nacional, como parte de los 13 criterios que guiarán la selección por parte de EE.UU. de los potenciales socios del ALCA".
Manipular el valor del dólar para forzar a las economías industriales competidoras a soportar mayores costes, recuperando así competitividad para EE.UU. Éste es un claro esfuerzo para reanimar la economía estadounidense a costa de la Unión Europea y otras economías importantes.
Manipular a las agencias multilaterales para defender los intereses del capital estadounidense. Esto se hace más fácilmente en el Banco Mundial y en el FMI, donde la dominación estadounidense está más eficazmente institucionalizada, que en la OMC. Por ejemplo, el Mecanismo de Reestructuración de la Deuda Soberana propuesto por el FMI para ayudar a los países en desarrollo a reestructurar su deuda fue vetado por el Tesoro estadounidense [equivalente norteamericano, al menos en algunas de sus funciones, a los bancos centrales europeos] en interés de los bancos estadounidenses, aunque tenía el apoyo de muchos gobiernos europeos.

Política y economía del expansionismo sin legitimidad.
Sin legitimidad, la gestión imperial es inherentemente inestable. Por ejemplo, el Imperio Romano solucionó su problema político de legitimación extendiendo la ciudadanía romana a grupos dirigentes y posteriormente a los no esclavos de todo el imperio. Combinado con una visión del imperio como proveedor de paz y prosperidad para todos, consiguió crear ese elemento moral intangible pero esencial llamado legitimidad.

La extensión de la ciudadanía nunca ha jugado un papel en el orden imperial estadounidense. En el periodo posterior a la Segunda Guerra Mundial, durante su lucha contra el comunismo, Washington sí consiguió una fórmula política para legitimar su alcance global. Los dos elementos de esa fórmula eran el multilateralismo como sistema de gobernación global y la democracia liberal. No obstante, hoy en día la democracia liberal tipo Washington o tipo Westminster tiene problemas en todo el mundo subdesarrollado, donde ha sido reducida a una fachada para el poder de las oligarquías. Sin una visión moral para unir a la mayoría global al centro imperial, este modo de gestión imperial sólo puede inspirar una cosa: resistencia.
El gran problema del unilateralismo es querer abarcar demasiado, o la desproporción entre los objetivos de los EE.UU. y los recursos necesarios para conseguir esos objetivos.
El problema es relativo, es decir, es en gran medida función de la resistencia. Entre los indicadores claves de ese expansionismo sobredimensionado tenemos:
  • La soflama del sentimiento árabe y musulmán en Oriente Medio, el Sur de Asia y el Sudeste asiático, que resultan en inmensos avances ideológicos para los fundamentalistas islámicos
  • El colapso de la Alianza Atlántica de la guerra fría y la emergencia de una nueva alianza en contrapeso, con Francia y Alemania en su centro
  • La creación de un poderoso movimiento global de la sociedad civil contra la hegemonía estadounidense
  • La llegada al poder de movimientos anti-neoliberales y anti-estadounidenses en Sudamérica
  • Un impacto crecientemente negativo del militarismo en la economía estadounidense, al ser el gasto militar dependiente del déficit y el déficit más y más dependiente de la financiación de fuentes externas.
En conclusión, el proyecto globalista está en crisis.
La posibilidad de que vuelva a emerger vía una presidencia Demócrata o republicana liberal no debería descartarse, especialmente dado que existen voces globalizadoras influyentes en la comunidad empresarial estadounidense (George Soros entre ellos) que están expresando su oposición al empuje unilateralista de la administración Bush . Pero esto es improbable, y el unilateralismo reinará durante un tiempo. Debemos tener un prudente respeto por el poder de los EE.UU., pero tampoco debemos sobrevalorarlo. Las señales de que los EE.UU. están queriendo abarcar demasiado están ahí, y lo que parecen ser manifestaciones de fuerza pueden en realidad señalar una debilidad estratégica.
Walden Bello es profesor de sociología y administración pública en la Universidad de Filipinas, así como director ejecutivo de Focus on the Global South, con sede en Bangkok. Es un miembro activo de los movimientos por la paz y contra la globalización corporativa, y es el autor de unos 13 libros, incluyendo "Desglobalización" y "El futuro en la cuerda floja". Remarcando que él había estado a favor de la intervención en los Balcanes, incluyendo una "intervención de la OTAN sin autorización de la ONU", Soros denuncia la guerra de Irak en base a que parte de un fundamentalismo insano y que está destruyendo las relaciones estadounidenses con el resto del mundo. Los argumentos que expresa se oyen no sólo en los círculos liberales del Partido Demócrata en Washington sino también en círculos "pragmáticos" del Partido Republicano y de Wall Street.

Tres momentos de la crisis de la globalización.
Ha habido tres momentos clave en la profundización de la crisis del proyecto globalizador.
El primero fue la crisis financiera asiática de 1997. Este acontecimiento, que derrumbó a los entonces orgullosos "tigres" del este asiático, reveló que uno de los puntos clave de la globalización (la liberalización de las cuentas de capital para fomentar un movimiento más libre de capitales, especialmente capital financiero o especulativo) podía ser profundamente desestabilizador. Esto se vio claramente cuando, en sólo unas semanas, un millón de personas en Tailandia y 21 millones en Indonesia pasaron a engrosar las filas de los oficialmente pobres [1]. El ambicioso proyecto de someter a unas 100 economías a un "ajuste estructural" provocó el estancamiento de la economía, así como una mayor pobreza y desigualdad.
Poco después de la crisis financiera asiática, algunos intelectuales clave en la defensa del modelo neoclásico del libre mercado empezaron a abandonar el barco: Jeffrey Sachs, famoso anteriormente por su defensa de un tratamiento de choque del "mercado libre" en Europa del Este a principios de los 90; Joseph Stiglitz, antiguo economista jefe del Banco Mundial; el catedrático de la universidad de Columbia Jagdish Bagwati, que pidió controles globales a los flujos de capitales; y el financiero George Soros, que condenó la falta de controles en el sistema financiero global que le habían enriquecido. El segundo momento de la crisis del proyecto globalizador fue el fracaso de la tercera cumbre ministerial de la OMC en Seattle en diciembre de 1999, resultado de la intersección de tres elementos de descontento:
El de los países en desarrollo, resentidos por las desigualdades de los acuerdos de la Ronda de Uruguay que se habían sentido obligados a aceptar en 1995.
La oposición de numerosísimos sectores de la sociedad civil,
Los conflictos comerciales sin resolver entre EE.UU. y Europa, especialmente en agricultura. El tercer momento de la crisis fue el colapso de la bolsa y el fin del "boom" de Clinton. La caída estuvo relacionada con la sobrecapacidad del sector industrial, con el ejemplo más evidente en el sector de las telecomunicaciones, donde sólo se utilizaba el 2,5% de la capacidad global instalada.

Este estancamiento de la economía real llevó a que los capitales se movieran hacia el sector financiero, produciendo la vertiginosa subida de la bolsa. Pero puesto que la capacidad de generar beneficios del sector financiero no puede desviarse mucho de la capacidad de la economía real, el colapso de los valores bursátiles fue inevitable. Esto ocurrió en marzo de 2001, provocando un estancamiento prolongado y la aparición de la deflación.


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